Cuba y el vaquero de San Francisco
El miedo como herramienta eficaz de opresión
El inculcar miedo es algo muy utilizado por unos para dominar y persuadir a otros. Es una práctica, lamentablemente, muy extendida. La vemos diariamente como un método de control a nivel interno de organizaciones de todo tipo, sean estas empresas, partidos, ONG's, etc... Hasta en los textos sagrados de las más importantes religiones hay referencias a un castigo como consecuencia de nuestro mal obrar con relación a los preceptos que debe asumir un seguidor y practicante de la religión en cuestión.
Nadie escapa a utilizar el miedo como un arma. Cuando alertamos de un castigo a nuestros hijos, en caso de no hacer lo que a nosotros, sus padres, nos parece correcto, reproducimos en un ser más débil y a nuestro cargo lo que nos hacen diariamente en nuestra vida, y de lo que nos quejamos muchos. Mandar, dirigir, ser responsable, conlleva al parecer adquirir el conocimiento de cómo aplicar dosis de miedo, esto nos permitiría ejercer un control efectivo, en apariencia, sobre los demás.
El miedo se inocula de muchas y diversas maneras. Utilizar el chantaje (emocional incluido), el castigo y todo lo que vaya destinado a crear más inseguridad en la “víctima”, son sólo unos pocos métodos de ejercer el control unos sobre otros.
A nivel de estados este tipo de control es aún más visible, la policía, los militares, son el mejor y más efectivo método de inocular miedo. En un estado democrático generalmente debería sentir miedo sólo el que delinque, pese a que no se está exento de los llamados “abusos de poder” y esto coincida conque la justicia haga “mala praxis” en contados casos.
Pero cuando hablamos de dictaduras y tiranías, el inocular miedo es un arte que se aprende y se ejercita diariamente por parte de quienes ejercen el poder. Estados no democráticos como Cuba, Venezuela, Irán, China o Corea del Norte son los mejores ejemplos de lo efectivo que puede llegar a ser la aplicación del miedo en las masas utilizando para ello una ideología o una confesión religiosa. La extensión en el tiempo de la dictadura cubana en manos de la familia Castro es la prueba más notable en América.
Para tener libertad primero debemos intentar sentir esa libertad dentro de nosotros y ejercitarla hasta sus últimas consecuencias, pero no es tan fácil. El miedo inoculado a los boxeadores cubanos que desertaron en Brasil y que los obligaron más tarde a regresar porque, entre otras cosas, empezaron a reprimir a sus familias, es una muestra de lo difícil que puede resultar enfrentarse a la libertad.
¿Qué se puede hacer? ¿Cómo deshacernos del miedo?
Existe un cuento de un vaquero que entró a una cantina de un pueblo a tomarse un trago, y al llegar amarró su caballo en la puerta. Al salir de la cantina se percató que su caballo ya no estaba. Enfadado el cowboy regresó y pateando la puerta y las sillas amenazó:
Si no aparece mi caballo en 5 minutos voy a hacer aquí lo mismo que hice en San Francisco, y se dirigió a la barra por otro trago. Faltando 2 minutos volvió a salir y de nuevo no encontró su caballo, entró al salón pateó la puerta y volvió a gritar: Si en 2 minutos no aparece mi caballo, voy a hacer aquí lo mismo que hice en San Francisco, y se volvió a pedir otro trago. Al minuto, nuevamente se dirigió a la puerta y el caballo ni rastro, encolerizado tiró la puerta del salón y exclamó:
Se los advierto, si en un minuto no aparece mi caballo, voy a hacer aquí lo mismo que hice en San Francisco, y se dirigió nuevamente a la barra y le pidió al cantinero otro trago. Finalmente al pasar el minuto, volvió a salir y por fin allí se encontraba el caballo tal y como lo había dejado.
La persuasión del vaquero funcionó. El gobierno de Cuba lleva años mandando mensajes de miedo a la población, amenaza con un exilio vengativo, un exilio que viene hacerse con el país. Desde otros países, fundamentalmente europeos, grupos de supuestos exiliados también utilizan los mismos métodos para atemorizar a los cubanos que soportan la dictadura más directamente. Sirven de portavoces del método empleado por la tiranía cubana para inocular miedo, hacen artículos calumniosos, “investigaciones” que dan risas y hasta caricaturas para atacar a organizaciones que apoyan la democratización de Cuba, las ridiculizan y las tratan de poner como violentas.
Pero finalicemos el cuento:
Satisfecho, el vaquero regresó al salón para pagarle al cantinero y luego se dirigió a su caballo, se montó y ya se iba a marchar cuando de pronto salió corriendo el cantinero con una cara de duda que para que contar, y le preguntó:
Disculpe señor, este, en nombre de todos los parroquianos de la cantina y mío, tenemos una duda, este, ¿Qué fue lo que hizo en San Francisco?
A lo que el vaquero contestó:
Pues, me fui a pie.
El pueblo cubano ha recibido y recibe de forma periódica amenazas, chantajes, o sea: miedo. Sin ser tan siquiera culpable, como es el caso del ladrón del cuento, se pliega al deseo de quien lo atemoriza. Le regala su libertad y su dignidad a la tiranía. Si todos los cubanos supieran y se unieran a campañas como las de “Yo No Coopero con la dictadura", quizás la tiranía se iría por fin “a pie”, dejándoles a los cubanos la libertad robada.
Nadie escapa a utilizar el miedo como un arma. Cuando alertamos de un castigo a nuestros hijos, en caso de no hacer lo que a nosotros, sus padres, nos parece correcto, reproducimos en un ser más débil y a nuestro cargo lo que nos hacen diariamente en nuestra vida, y de lo que nos quejamos muchos. Mandar, dirigir, ser responsable, conlleva al parecer adquirir el conocimiento de cómo aplicar dosis de miedo, esto nos permitiría ejercer un control efectivo, en apariencia, sobre los demás.
El miedo se inocula de muchas y diversas maneras. Utilizar el chantaje (emocional incluido), el castigo y todo lo que vaya destinado a crear más inseguridad en la “víctima”, son sólo unos pocos métodos de ejercer el control unos sobre otros.
A nivel de estados este tipo de control es aún más visible, la policía, los militares, son el mejor y más efectivo método de inocular miedo. En un estado democrático generalmente debería sentir miedo sólo el que delinque, pese a que no se está exento de los llamados “abusos de poder” y esto coincida conque la justicia haga “mala praxis” en contados casos.
Pero cuando hablamos de dictaduras y tiranías, el inocular miedo es un arte que se aprende y se ejercita diariamente por parte de quienes ejercen el poder. Estados no democráticos como Cuba, Venezuela, Irán, China o Corea del Norte son los mejores ejemplos de lo efectivo que puede llegar a ser la aplicación del miedo en las masas utilizando para ello una ideología o una confesión religiosa. La extensión en el tiempo de la dictadura cubana en manos de la familia Castro es la prueba más notable en América.
Para tener libertad primero debemos intentar sentir esa libertad dentro de nosotros y ejercitarla hasta sus últimas consecuencias, pero no es tan fácil. El miedo inoculado a los boxeadores cubanos que desertaron en Brasil y que los obligaron más tarde a regresar porque, entre otras cosas, empezaron a reprimir a sus familias, es una muestra de lo difícil que puede resultar enfrentarse a la libertad.
¿Qué se puede hacer? ¿Cómo deshacernos del miedo?
Existe un cuento de un vaquero que entró a una cantina de un pueblo a tomarse un trago, y al llegar amarró su caballo en la puerta. Al salir de la cantina se percató que su caballo ya no estaba. Enfadado el cowboy regresó y pateando la puerta y las sillas amenazó:
Si no aparece mi caballo en 5 minutos voy a hacer aquí lo mismo que hice en San Francisco, y se dirigió a la barra por otro trago. Faltando 2 minutos volvió a salir y de nuevo no encontró su caballo, entró al salón pateó la puerta y volvió a gritar: Si en 2 minutos no aparece mi caballo, voy a hacer aquí lo mismo que hice en San Francisco, y se volvió a pedir otro trago. Al minuto, nuevamente se dirigió a la puerta y el caballo ni rastro, encolerizado tiró la puerta del salón y exclamó:
Se los advierto, si en un minuto no aparece mi caballo, voy a hacer aquí lo mismo que hice en San Francisco, y se dirigió nuevamente a la barra y le pidió al cantinero otro trago. Finalmente al pasar el minuto, volvió a salir y por fin allí se encontraba el caballo tal y como lo había dejado.
La persuasión del vaquero funcionó. El gobierno de Cuba lleva años mandando mensajes de miedo a la población, amenaza con un exilio vengativo, un exilio que viene hacerse con el país. Desde otros países, fundamentalmente europeos, grupos de supuestos exiliados también utilizan los mismos métodos para atemorizar a los cubanos que soportan la dictadura más directamente. Sirven de portavoces del método empleado por la tiranía cubana para inocular miedo, hacen artículos calumniosos, “investigaciones” que dan risas y hasta caricaturas para atacar a organizaciones que apoyan la democratización de Cuba, las ridiculizan y las tratan de poner como violentas.
Pero finalicemos el cuento:
Satisfecho, el vaquero regresó al salón para pagarle al cantinero y luego se dirigió a su caballo, se montó y ya se iba a marchar cuando de pronto salió corriendo el cantinero con una cara de duda que para que contar, y le preguntó:
Disculpe señor, este, en nombre de todos los parroquianos de la cantina y mío, tenemos una duda, este, ¿Qué fue lo que hizo en San Francisco?
A lo que el vaquero contestó:
Pues, me fui a pie.
El pueblo cubano ha recibido y recibe de forma periódica amenazas, chantajes, o sea: miedo. Sin ser tan siquiera culpable, como es el caso del ladrón del cuento, se pliega al deseo de quien lo atemoriza. Le regala su libertad y su dignidad a la tiranía. Si todos los cubanos supieran y se unieran a campañas como las de “Yo No Coopero con la dictadura", quizás la tiranía se iría por fin “a pie”, dejándoles a los cubanos la libertad robada.
Campaña Yo No Coopero con la dictadura
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