Wenceslao Cruz Blanco

Wenceslao Cruz Blanco

«La palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla.»

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lunes, mayo 10, 2004

De apátridas a residentes

Castro por dólares es capaz de todoEs increíble, en el caso de la tiranía cubana, la vigencia de la frase del novelista y escritor estadounidense Upton Sinclair “Con el dinero sucede lo mismo que con el papel higiénico: cuando se necesita, se necesita urgentemente”. El gobierno de Castro, en respuesta a algunas medidas sugeridas por el Informe de la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre, ya no llama vendepatrias, lumpens, gusanos, apátridas, traidores, etc., a los exiliados cubanos. Castro ha indultado de los anteriores improperios a los huidos de su dictadura dándoles un nuevo calificativo o status — el mismo que desde la creación de la Ley de Ajuste Cubano el gobierno norteamericano concede a las víctimas cubanas: el de “residentes”.

Desde que la antigua URSS dejó abandonada a su amante caribeña, debido a que su propia casa se hundía, Castro quedó “tocado” por una enfermedad venérea —o más bien ya venerable— denominada dolarfobia. El abandono que sufrió le ha sumido en profundas contradicciones en su política interna, de pasar a condenar la posesión de la moneda estadounidense a 20 años de prisión, a sacar a la venta productos básicos —leche, huevos, .... incluso medicinas— que solo pueden comprarse con el otrora detestable billete verde.

El maquiavelismo de la mente del que sojuzga por más de 45 años al pueblo cubano, hay que estudiarlo analizando las medidas que aparentemente solo escondían pura y gratuita maldad. Aún los cubanos no olvidan cuando -en el éxodo masivo de 1980- venían los familiares de la Florida en yates propios o alquilados a buscar a sus familiares al puerto del Mariel. El gobierno cubano de entonces — o sea, el mismo— no solo robó algunos buenos yates (los cambiaba por otros de bastante menor valía) a costa de dejar sacar a los familiares que iban a buscar, sino que en la mayoría de los casos no dejó salir a todo el núcleo familiar. Se conocen muchos casos en que salía el padre con un hijo y la madre se quedaba con otro en Cuba, y algunas que otras combinaciones de separación que nos podrían recordar los campos de concentración nazi. Castro no solo llegó a hacer las aberraciones anteriores, también abrió las cárceles y llenó los barcos de delincuentes comunes, como condición necesaria si querían llevarse a algún ser querido. Eso aparte de “colar” entre la extensa oleada a muchos de sus agentes.

Los acuerdos posteriores de EE.UU y el dictador cubano, en materia de inmigración, podrían catalogarse como una estupidez en materia de seguridad para los EE.UU. La concesión de visas —20.000 anuales— mediante sorteo a cualquier cubano que se presentase, le abrió una puerta a la entrada de terroristas y desestabilizadores, sin contar con las venta ilegal de visas que salpica de corrupción a parte de los funcionarios de la Oficina de Intereses Americana en la Habana.

El problema que se presenta ahora es que, para enmendar los errores anteriores, el Informe es posible que cometa uno nuevo afectando a justos y pecadores cuando limita las remesas y los viajes de la familia de los rehenes cubanos. El régimen dictatorial de Cuba lo intentará sobredimensionar para intentar hacer ver la paja en el ojo ajeno.

Conozco personalmente el caso de una mujer cubana residente en Miami que visita anualmente a su hija en la Habana. Lo hace solo porque aún no ha podido sacar por los medios legales a su hija, se presenta todos los años para el “bombo” y no ha tenido la “suerte” que otros —incluidos esbirros de la dictadura— han tenido. ¿Cómo verá ella, mujer buena como pocas, y amante de su familia, si tiene que esperar 3 años ahora?. Ella seguramente no estará de acuerdo con ese informe y sólo porque no lo está con uno de sus puntos, que le afecta. Resulta humano comprenderla.

Pero, si Castro nos ha redimido de ser apátridas para hacernos “residentes en el exterior fácilmente expoliables”, es evidente que la recomendación del Informe no es del todo desajustada, siempre que la Comisión considere soluciones alternativas para casos similares al anterior. Y si Castro, cuando ya no le lluevan dólares, vuelve a llamar al exilio una “mafia de apátridas” recordarle con palabras del filosofo granadino Ángel Ganivet: «Una nación que cría hijos que huyen de ella por no transigir con la injusticia es más grande por los que se van que por los que se quedan».