La fatwa contra el Papa Benedicto XVI
Las recientes palabras del Papa Benedicto XVI, sacadas de contexto, han sido utilizadas por el mundo musulmán como utilizaron las caricaturas hechas por el dibujante danés Kurt Westergaard, como pretexto. El islamismo está en la misma o peor posición que cuando existía la Inquisición y se quemó a un Giordano Bruno “hereje” o se amenazaba a un Galileo o a un Copérnico, algo por lo que la Jerarquía católica ya pidió perdón. En el mundo islámico se ahorcan a homosexuales, se lapidan a mujeres consideradas infieles por sus maridos, se recompensa a quien asesine escritores “incómodos” y se incita a la violencia como si fuera un mandato divino.
La agresividad que desatan los que promueven este fanatismo es temida por quien no profesa esa religión, por gobernantes, por escritores y por la mayoría de periodistas. Benedicto no debe pedir perdón porque se lo exijan miles de zombis, y menos por miedo a una fatwa, pues la fatwa ya está dictada hace tiempo contra el que no se convierta al Islam. El máximo representante de la Iglesia Católica no debe temer a ese victimismo musulmán que lo acosa en estos momentos. El victimismo del victimario es como un mar sin agua, un bosque sin árboles, un río sin corriente, es falso.
La guerra no es entre un mundo cristiano y un mundo musulmán, como quieren ver algunos el conflicto supuestamente religioso que actualmente vivimos. La guerra es entre la civilización y la barbarie. El conflicto está realmente entre los Emires y ricachones del desierto con su pueblos oprimidos. Al Islam lo han convertido en los barrotes perfectos de una cárcel de la que no dejan salir, a un mundo próspero y civilizado, a sus pueblos esclavos.
La libertad de expresión es algo que no se respeta en los gobiernos que dirigen y sojuzgan a sus ciudadanos por la interpretación de textos religiosos o “sagrados”, ya sea este el Corán o El Capital. Es lógico que sean estos países de gobiernos autocráticos, de gobiernos totalitarios y comunistas los que converjan en cumbres como las de los No Alineados (NOAL) y alardeen de apoyos mutuos, son los mismos que ven a un “peligroso” Israel, no dispuesto a ser chantajeado, no dispuesto a ser “eliminado del mapa” ni a pedir perdón por defenderse. Es comprensible que odien de forma enfermiza a los Estados Unidos de América, baluarte y faro del mundo occidental desarrollado y civilizado. Cuando Norteamérica les conmina, a que dejen a sus pueblos elegir su propio destino, se sienten “atacados” e “intervenidos”. Cómo no van a sentirse así, si peligra el despotismo que los mantiene en el poder.
Los cobardes del mundo democrático responden con “Alianzas de Civilizaciones” ¿Es que se puede considerar civilizado a quien lapida, a quien degüella o a quien amenaza con la violencia? ¿Realmente puede haber punto de encuentro con el fanático, con el suicida, con el terrorista?
Quien lo crea podrá ser justificado como un demagogo cuando lo plantea, incluso habrá quien lo considere un hombre humano y de buenos sentimientos cuando sólo es un irresponsable, pero el error se pagará y se paga. Se está pagando cuando quien debería escribir guarda silencio, se paga cuando un juez reduce o no actúa contra un acto terrorista. Y peor aún, uno se endeuda con los principios democráticos por los que otros hombres han dado y dedicado su vida, nos endeudamos, en definitiva, con nuestro propio derecho a ser libres.
La agresividad que desatan los que promueven este fanatismo es temida por quien no profesa esa religión, por gobernantes, por escritores y por la mayoría de periodistas. Benedicto no debe pedir perdón porque se lo exijan miles de zombis, y menos por miedo a una fatwa, pues la fatwa ya está dictada hace tiempo contra el que no se convierta al Islam. El máximo representante de la Iglesia Católica no debe temer a ese victimismo musulmán que lo acosa en estos momentos. El victimismo del victimario es como un mar sin agua, un bosque sin árboles, un río sin corriente, es falso.
La guerra no es entre un mundo cristiano y un mundo musulmán, como quieren ver algunos el conflicto supuestamente religioso que actualmente vivimos. La guerra es entre la civilización y la barbarie. El conflicto está realmente entre los Emires y ricachones del desierto con su pueblos oprimidos. Al Islam lo han convertido en los barrotes perfectos de una cárcel de la que no dejan salir, a un mundo próspero y civilizado, a sus pueblos esclavos.
La libertad de expresión es algo que no se respeta en los gobiernos que dirigen y sojuzgan a sus ciudadanos por la interpretación de textos religiosos o “sagrados”, ya sea este el Corán o El Capital. Es lógico que sean estos países de gobiernos autocráticos, de gobiernos totalitarios y comunistas los que converjan en cumbres como las de los No Alineados (NOAL) y alardeen de apoyos mutuos, son los mismos que ven a un “peligroso” Israel, no dispuesto a ser chantajeado, no dispuesto a ser “eliminado del mapa” ni a pedir perdón por defenderse. Es comprensible que odien de forma enfermiza a los Estados Unidos de América, baluarte y faro del mundo occidental desarrollado y civilizado. Cuando Norteamérica les conmina, a que dejen a sus pueblos elegir su propio destino, se sienten “atacados” e “intervenidos”. Cómo no van a sentirse así, si peligra el despotismo que los mantiene en el poder.
Los cobardes del mundo democrático responden con “Alianzas de Civilizaciones” ¿Es que se puede considerar civilizado a quien lapida, a quien degüella o a quien amenaza con la violencia? ¿Realmente puede haber punto de encuentro con el fanático, con el suicida, con el terrorista?
Quien lo crea podrá ser justificado como un demagogo cuando lo plantea, incluso habrá quien lo considere un hombre humano y de buenos sentimientos cuando sólo es un irresponsable, pero el error se pagará y se paga. Se está pagando cuando quien debería escribir guarda silencio, se paga cuando un juez reduce o no actúa contra un acto terrorista. Y peor aún, uno se endeuda con los principios democráticos por los que otros hombres han dado y dedicado su vida, nos endeudamos, en definitiva, con nuestro propio derecho a ser libres.
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