El líder religioso que adoran Chávez y Castro
El líder del movimiento radical musulmán La Nación del Islam, Louis Eugene Wolcott que adoptó el nombre de Abdul Haleem Farrakhan pero que todos conocen como Louis Farrakhan, ha sido recibido en La Habana por Ricardo Alarcón, presidente del "Parlamento" cubano. El controvertido líder, un fanático y reconocido antisemita, ya en el año 1997 en Harlem declaró: «Se ha decretado la pena de muerte contra EE.UU.: el juicio de Dios se ha hecho y EE.UU. debe ser destruido», y durante su visita a Irán aseguró que «Dios destruirá EE.UU. por mano de los musulmanes. Dios no dará este honor al Japón ni a Europa. Es un honor que reservará a los musulmanes».
La historia de Farrakhan está inundada de sospechas, como la de estar involucrado en el asesinato de Malcolm X. De hecho la propia viuda de Malcolm así lo consideraba, y su hija Qubilah fue acusada en 1995 de haber contratado a un mercenario para que lo eliminara.
La visita de Louis Farrakhan a Cuba parece englobarse dentro de una vieja estrategia desvelada en 1996 por el presidente libio Muammar Gaddafi, tras entrevistarse con Farrakhan expresando: «Nos hemos enfrentado con EE.UU. como una fortaleza exterior. Ahora estamos buscando una brecha para penetrar en el país y enfrentarnos desde dentro».
En la actualidad esa idea de Gaddafi parece haberla retomado La Habana y Ricardo Alarcón se perfila como el hombre indicado para intentar «enfrentarse desde dentro» a los Estados Unidos, para lo cual cuenta con la inestimable colaboración de Hugo Chávez y por supuesto del líder musulmán que logró reunir el año 1995 a cerca de un millón de afroamericanos en una manifestación en Nueva York.
La promesa de Chávez de vender petróleo barato a los norteamericanos con bajos recursos parece ir dirigida concretamente al responsable de este movimiento musulmán radical afronorteamericano que cuenta con colegios autorizados en más de 45 ciudades y que envía los productos de sus propios campos de cultivo a todos los Estados de la unión con camiones y aviones propios.
Que vaya Farrakhan a Cuba, un régimen que esclaviza a 11 millones de cubanos, es lo predecible en alguien que encuentra en sociedades esclavistas como Sudán su concepción ideal de lo que debe ser un nuevo mundo, aunque él niega que exista esclavismo en el régimen de su amigo Omar Hassan Ahmad al-Bashir, y achaca todo a "una conspiración judía". Tampoco resultará extraño que se encuentre con Joanne Chesimard, una integrante del Black Liberation Army condenada a cadena perpetua por el asesinato del patrullero estatal Werner Foster en 1973. La activista, conocida también como Assata Shakur, huyó de la prisión con la ayuda de tres hombres armados y luego se refugió en la isla. Chesimard ha encontrado en Cuba su refugio dorado al igual que lo encuentran etarras y demás grupos terroristas a los que el dictador cubano siempre ha ayudado de diversas formas.
Farrakhan se sentirá en Cuba como se sentía junto a su amigo el presidente sudanés, y también negará la falta de libertad del pueblo cubano, se plegará a la ocultación de la realidad cubana que sólo, los que se sienten ideológicamente cercanos, son reacios a denunciar. Las ideologías desfasadas y caducas, así como las religiones cuyos preceptos son instucionalizados y aplicados a interpretación de emires o supuestos sabios de las escrituras, son las plataformas idóneas de tiranos y pésimos gobernantes como Castro y Chávez para perpetuarse en el poder; eso sí, seguirán utilizando el lenguaje hipócrita y demagogo que responsabilizará a todo un pueblo de sus propias decisiones y sus propios caprichos.
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