Wenceslao Cruz Blanco

Wenceslao Cruz Blanco

«La palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla.»

José Martí­

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domingo, diciembre 17, 2006

El olvido como solución al problema cubano

Raúl Castro listo a fusilar a un campesino cubano ¿Olvidaremos cosas como esta?El gobernante venezolano, Hugo Chávez, aseguró que lo que padece el dictador cubano, Fidel Castro, es un derrame cerebral y no un cáncer terminal que ataca sus intestinos. Algo aparentemente diferente a lo que hasta ahora había dicho la prensa gubernamental cubana - y el propio Castro - en sus maquilladas intervenciones. Realmente hay poca contradicción en lo dicho por el dictadorzuelo venezolano. En Cuba nunca las decisiones políticas, económicas y sociales han sido tomadas con la cabeza, sino como decimos los cubanos: “de a cojones” - los del coma andante, por supuesto - y han sido tan catastróficos los resultados que parecen haberse pensado “con el culo”. Pero la desgracia cubana no se circunscribe solamente a las decisiones equivocadas del tirano, hay mucha sangre antes y durante esta situación que aún soportan los cubanos.

La cuestión principal que se avecina no es si Castro está enfermo, congelado, momificado o camino a serlo - realmente el tirano está ya acabado mental y físicamente -, lo que importa es como se enfrentará el futuro.

Si lo hacemos acompañados de la sensatez, no podríamos fijar las esperanzas en “reformas” que pueda hacer su hermano menor, sean estas económicas u otras. Es absurdo pensar que Raúl Castro, tan responsable como su hermano de la desgracia cubana, de los miles de torturados y asesinados, de millones de exiliados, pueda ser la solución. Si pensáramos por un momento en esta hipótesis como posible, estamos dando por sentado que procederemos al olvido y por tanto a la esperanza de hacer justicia.

Hacer justicia no es recurrir a la venganza, como tampoco es justo, que tras tanto sufrimiento, los responsables queden inmunes de sus crímenes en aras de una supuesta concordia nacional. Si las víctimas directas de la dictadura, a los que han fusilado hermanos, padres o hijos, a los que han sido torturados, a los que han sufrido largas penas de prisión, a los que han perdido familiares en el estrecho de la Florida huyendo de la dictadura o las miles de familias que han sido divididas y destrozadas por esa tiranía, están de acuerdo en desmemoriar la tragedia, entonces es posible confiar en los “cambios” del hermano “pequeño” del dictador.

Pero si los que piensan que la toma del poder por Raúl Castro traerá esperanzas, son los ex funcionarios de la dictadura, los que en algún momento tuvieron cierta responsabilidad por formar parte de los cuerpos represivos o de propaganda del régimen, no debemos confiar. Porque estos últimos lo que quieren también es borrar su pasado y su corresponsabilidad.

En Cuba hacen falta muchos derrames, necesitamos de mucha bondad, de mucho perdón, pero también de mucha justicia. Observemos pues, a quienes mendigan olvido a las víctimas de la dictadura, pues esos tienen el corazón de harapos y buscan de alguna forma que su mendicidad moral sea olvidada en el futuro.

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lunes, diciembre 11, 2006

El “puro” que compra conciencias

Una frase anónima decía que “A veces, lavándonos las manos, nos ensuciamos la conciencia”. Hoy en día, alejados de los tiempos de Pilatos, “lavarse las manos” ha sido la metáfora que identifica la irresponsabilidad y poco compromiso de muchos políticos y “defensores” de la ley ante la injusticia. En la actualidad, lo injusto no sólo se oculta desentendiéndose del problema o derivando las culpas a otros, hoy las conciencias pueden comprarse con dinero, petróleo y hasta con puros habanos.

Uno de los principales diarios económicos de España (Expansión), el pasado sábado 9 de diciembre, un día antes que se celebrará el 58 Aniversario de la Carta Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en su sección “En Libertad”, publicita en sus páginas, con un artículo titulado “Cohibas on the rocks”, a lo que Castro ha convertido en el “aplaca críticas” de su dictadura.

Mientras que en el mundo se condena de forma recurrente el trabajo esclavo o el trabajo infantil, poco importa a muchos reyes, políticos, artistas y personajes de cierta fama, aceptar los regalos de una dictadura que obliga a niños a madrugar para trabajar en las húmedas vegas de tabaco, durante mes y medio todos los años. Y todo por el derecho a tener una educación condicionada al apoyo de una ideología absurda que sólo ha servido para sostener tiranos y regímenes totalitarios de la peor calaña.

A las vitolas de “Cohiba” no tiene acceso el trabajador cubano, ese que trabaja y recibe el pago en moneda cubana, por el equivalente de 10 euros al mes, no puede permitirse comprarlas. El disfrute está reservado al turista, al famoso, al Rey, al presidente o al artista que defienda, o al menos no critique, a la peor de las dictaduras latinoamericanas que haya existido. Castro prefiere se lo paguen en apoyos o en silencio, antes que en dinero, pues el dinero le sobra con la explotación a su pueblo y a sus familiares en el exterior que expolia de forma continuada.

La periodista de Expansión, Adriana Blanco, permite describir las delicias del “Cohiba” a la sumiller del restaurante “La Sucursal” de Valencia, Manuela Romeralo. En el artículo, Romeralo propone el maridaje entre cinco vitolas del “silencia críticas” cubano con algunos licores muy conocidos.

El último párrafo de la entendida en puros dice así:

«Chivas Regal 12 años, es el único que no anula a la vitola de Cohiba (Siglo VI) y el resultado son dulces y elegantes tostados que no apuran la copa ni sacrifican uno de los puros más emblemáticos de casa Cohiba».

No sé de esos puros, ni quiero saber de ellos mientras siga siendo producto del trabajo esclavo de niños y de hombres bajo una tiranía. Si al mezclar puros con licores, se ignora lo que hay detrás de la creación del Cohiba, el resultado no puede ser más amargo, y a diferencia de lo que dice la Sra. Romeralo, sí hay que apurar la copa, hay que alcanzar cuanto antes la democracia para Cuba. Ya basta de sacrificios.

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