El Refresco de la Muerte
Desde su salida al mercado, en noviembre del 2002, el refresco de cola bautizado con el nombre de Mecca-Cola ya se extiende de forma efectiva por 34 países. Desde sus inicios ha patrocinado y financiado desde manifestaciones como la del 15 de febrero en Londres hasta la “causa” Palestina.
Su creador, el empresario francés de origen tunecino, fundador del Partido de la Francia Plural y propietario de una emisora local (Radio Méditerranée), Tawfick Mathlouthi, ha dicho: “Consumir nuestro producto es un acto de protesta frente al imperialismo norteamericano. Cualquiera que compre una botella de Mecca-Cola está realizando un acto de protesta contra la política norteamericana y contra los crímenes del sionismo”.
La “causa” Palestina, forma romántica con que llama al terrorismo puro y duro la actual izquierda reaccionaria, recibiría un 10% de la venta, otro 10% lo recibirían ONG afines o relacionadas con causas anti-norteamericanas, anti-israelíes, anti-globalización y demás “causas hermanas”.
La “Mecca-Cola”, o como dice CNN+ el “Antiamericanismo embotellado”, vende más de dos millones de botellas mensuales. Su nombre, Mecca-Cola, airó a algunos ulemas musulmanes que llegaron a promulgar fatwas de condena porque La Meca, la ciudad santa del Islam, era asociada con un refrigerio con burbujas. El Sr. Mathlouthi, hijo de un jeque que fue imán de una mezquita y profesor en la Universidad de Túnez, que mantiene una ambigüedad manifiesta sobre el real origen del nombre, para defenderse argumentó que "En La Meca hay hoteles que se llaman Mecca Hilton o Mecca Sofitel y hay tiendas que se llaman Mecca Shoes ¿Por qué entonces indignarse de que haya una Mecca-Cola? No lo entiendo".
En otras entrevistas ha contradicho lo anterior y dice que el nombre de su bebida se refiere a una antigua tribu indígena norteamericana cruelmente exterminada. En el empresario tunecino-francés no hay duda de que lo que prima es aumentar la venta, ganar dinero es su máxima prioridad, ha optado por aprovechar la corriente antisemita de Europa y el descontento que inculcan los dictadores árabes a todo lo estadounidense o israelita, pues temen que entre sus pueblos cunda el ejemplo de la democracia. Si en un momento ve rentable cambiarle el nombre por ETA-Cola también lo haría, pero solo tendría un mercado reducido al Rh Arzallusista. Es mejor tener de clientes a los nostálgicos pro-stalinistas, que no aprenden, y al mundo árabe, que aún no se cansa de estar bajo la bota de jeques que humillan su dignidad, empezando por sus mujeres. El “comprometido” empresario quiere variar y lanza nuevos establecimientos como “Mecca Burger” y “Hallal Fried Chicken”, para que luego nadie dude que el anti-americanismo está servido.
El refresco en España se distribuye a través de una ONG llamada “Haydé Santamaría” (nombre de la suicida y ex-miembro de la nomenclatura castrista que dirigió “La Casa de las Américas de Cuba”) y desde su web hacen todo lo posible por distribuir el producto entre los simpatizantes de dictaduras como las de Cuba; es decir, entre esa izquierda inadaptada a un régimen democrático, el cual es capaz de permitirle hasta sus excesos e incluso subvenciona sus politizadas actuaciones, mientras organizaciones históricas y de prestigio, como “El Centro Cubano de España”, se hunde en un mar de incomprensión por las autoridades madrileñas y apenas se sostiene con la voluntad de sus socios.
Font Salem, empresa radicada en Valencia con un 70% de accionariado de la Cervecera Damm, se encarga de embotellar el refresco de la muerte. Muerte porque gracias a Mecca-Cola se está financiando un terrorismo (tipo kale borroka), quizás de baja intensidad, pero solo en apariencia. No nos deben extrañar, entonces, las palabras de aliento de la ex-terrorista y actual proetarra Eva Forest y su marido. Por lo tanto, deberían analizar, los que la consumen, si llevan comida a los niños palestinos o, en realidad, tumbas a los niños y ciudadanos de Israel, ya sean éstos árabes o judíos.
Su creador, el empresario francés de origen tunecino, fundador del Partido de la Francia Plural y propietario de una emisora local (Radio Méditerranée), Tawfick Mathlouthi, ha dicho: “Consumir nuestro producto es un acto de protesta frente al imperialismo norteamericano. Cualquiera que compre una botella de Mecca-Cola está realizando un acto de protesta contra la política norteamericana y contra los crímenes del sionismo”.
La “causa” Palestina, forma romántica con que llama al terrorismo puro y duro la actual izquierda reaccionaria, recibiría un 10% de la venta, otro 10% lo recibirían ONG afines o relacionadas con causas anti-norteamericanas, anti-israelíes, anti-globalización y demás “causas hermanas”.
La “Mecca-Cola”, o como dice CNN+ el “Antiamericanismo embotellado”, vende más de dos millones de botellas mensuales. Su nombre, Mecca-Cola, airó a algunos ulemas musulmanes que llegaron a promulgar fatwas de condena porque La Meca, la ciudad santa del Islam, era asociada con un refrigerio con burbujas. El Sr. Mathlouthi, hijo de un jeque que fue imán de una mezquita y profesor en la Universidad de Túnez, que mantiene una ambigüedad manifiesta sobre el real origen del nombre, para defenderse argumentó que "En La Meca hay hoteles que se llaman Mecca Hilton o Mecca Sofitel y hay tiendas que se llaman Mecca Shoes ¿Por qué entonces indignarse de que haya una Mecca-Cola? No lo entiendo".
En otras entrevistas ha contradicho lo anterior y dice que el nombre de su bebida se refiere a una antigua tribu indígena norteamericana cruelmente exterminada. En el empresario tunecino-francés no hay duda de que lo que prima es aumentar la venta, ganar dinero es su máxima prioridad, ha optado por aprovechar la corriente antisemita de Europa y el descontento que inculcan los dictadores árabes a todo lo estadounidense o israelita, pues temen que entre sus pueblos cunda el ejemplo de la democracia. Si en un momento ve rentable cambiarle el nombre por ETA-Cola también lo haría, pero solo tendría un mercado reducido al Rh Arzallusista. Es mejor tener de clientes a los nostálgicos pro-stalinistas, que no aprenden, y al mundo árabe, que aún no se cansa de estar bajo la bota de jeques que humillan su dignidad, empezando por sus mujeres. El “comprometido” empresario quiere variar y lanza nuevos establecimientos como “Mecca Burger” y “Hallal Fried Chicken”, para que luego nadie dude que el anti-americanismo está servido.
El refresco en España se distribuye a través de una ONG llamada “Haydé Santamaría” (nombre de la suicida y ex-miembro de la nomenclatura castrista que dirigió “La Casa de las Américas de Cuba”) y desde su web hacen todo lo posible por distribuir el producto entre los simpatizantes de dictaduras como las de Cuba; es decir, entre esa izquierda inadaptada a un régimen democrático, el cual es capaz de permitirle hasta sus excesos e incluso subvenciona sus politizadas actuaciones, mientras organizaciones históricas y de prestigio, como “El Centro Cubano de España”, se hunde en un mar de incomprensión por las autoridades madrileñas y apenas se sostiene con la voluntad de sus socios.
Font Salem, empresa radicada en Valencia con un 70% de accionariado de la Cervecera Damm, se encarga de embotellar el refresco de la muerte. Muerte porque gracias a Mecca-Cola se está financiando un terrorismo (tipo kale borroka), quizás de baja intensidad, pero solo en apariencia. No nos deben extrañar, entonces, las palabras de aliento de la ex-terrorista y actual proetarra Eva Forest y su marido. Por lo tanto, deberían analizar, los que la consumen, si llevan comida a los niños palestinos o, en realidad, tumbas a los niños y ciudadanos de Israel, ya sean éstos árabes o judíos.
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